En 2011 el canal Caracol lanzó otra de sus novelas inocuas y clasistas: “La teacher de inglés”. Que esta novela se presente en el horario estelar de la televisión colombiana permite comprender, una vez más, por qué éste es un país tan feliz pero tan injusto.
La novela cuenta las situaciones graciosas por las que debe pasar un empresario de origen humilde, que no sabe inglés, que lo necesita y que decide estudiar. Es la historia de alguien que partió de cero, que logró un importante capital económico y que carece de capital cultural. Con esta idea, la novela reproduce un viejo formato que hace de los excepcionales casos de movilidad social -del famoso “levantado”- un chiste clasista.
Lo nuevo en realidad es el asunto del inglés. La novela cuenta la historia de un personaje que sólo puede balbucear frases como “Ai lof mai moder”, “bery güel”, “jaguar llu” o “berigud” y que, además, conoce que la globalización, con todas sus oportunidades, “se declina, preferentemente, en inglés” (como diría el sociólogo brasileño Renato Ortiz).
La novela es graciosa porque se ríe de las habilidades individuales del protagonista, que es una “tapia”, y porque presenta como algo personal el hecho de saber o no inglés. En esto la novela se suma a un tipo de burla clasista que tiene otras manifestaciones. Quién podría olvidar, por ejemplo, el cubrimiento de la reina del Guainía en su fallido intento por hablar el idioma y del vicepresidente Angelino Garzón en su reciente visita a los Estados Unidos.
El asunto, sin embargo, es más complejo. Saber o no inglés se relaciona con el origen social y con el tipo de educación que se recibe. El censo de 2005 muestra que sólo el 3,8 por ciento de los colombianos habla inglés. Esto evidencia que la gran mayoría no habla este idioma pero, eso sí, está contento (según los resultados anuales del World Database of Happiness).
Este bajo porcentaje nacional, sin embargo, no es homogéneo. Las diferencias regionales y las desigualdades socio-económicas condicionan el resultado. De un lado, en el tema regional, tan sólo 33 de los 1.114 municipios superan el total nacional de 3,8 por ciento. Pero aún más sorprendente es que únicamente 256 municipios tienen más del 1 por ciento de su población hablando inglés. De otro lado, en las desigualdades socio-económicas, los estudiantes de colegios privados, en promedio, obtienen 5 puntos más que los estudiantes de los colegios públicos en el módulo de inglés de las pruebas del Icfes.
Como se observa, el origen social es determinante. La televisión, entonces, más que la causa de este mal es una de las muchas herramientas que se necesitan para enfrentarlo. Para esto es necesario que la televisión diversifique sus programas y formatos, evite agudizar estereotipos, concientice a los televidentes sobre ciertos temas y, como mínimo, no deseduque.
El día, seguramente muy lejano, en que el entretenimiento sea educativo y la educación entretenida, es posible que tengamos un país que siga siendo feliz pero que sea mucho más justo. Mientras esto ocurre, los canales de televisión seguirán responsabilizando a los televidentes, y los televidentes a los canales de televisión.
*Investigador del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad -DeJuSticia-
La novela cuenta las situaciones graciosas por las que debe pasar un empresario de origen humilde, que no sabe inglés, que lo necesita y que decide estudiar. Es la historia de alguien que partió de cero, que logró un importante capital económico y que carece de capital cultural. Con esta idea, la novela reproduce un viejo formato que hace de los excepcionales casos de movilidad social -del famoso “levantado”- un chiste clasista.
Lo nuevo en realidad es el asunto del inglés. La novela cuenta la historia de un personaje que sólo puede balbucear frases como “Ai lof mai moder”, “bery güel”, “jaguar llu” o “berigud” y que, además, conoce que la globalización, con todas sus oportunidades, “se declina, preferentemente, en inglés” (como diría el sociólogo brasileño Renato Ortiz).
La novela es graciosa porque se ríe de las habilidades individuales del protagonista, que es una “tapia”, y porque presenta como algo personal el hecho de saber o no inglés. En esto la novela se suma a un tipo de burla clasista que tiene otras manifestaciones. Quién podría olvidar, por ejemplo, el cubrimiento de la reina del Guainía en su fallido intento por hablar el idioma y del vicepresidente Angelino Garzón en su reciente visita a los Estados Unidos.
El asunto, sin embargo, es más complejo. Saber o no inglés se relaciona con el origen social y con el tipo de educación que se recibe. El censo de 2005 muestra que sólo el 3,8 por ciento de los colombianos habla inglés. Esto evidencia que la gran mayoría no habla este idioma pero, eso sí, está contento (según los resultados anuales del World Database of Happiness).
Este bajo porcentaje nacional, sin embargo, no es homogéneo. Las diferencias regionales y las desigualdades socio-económicas condicionan el resultado. De un lado, en el tema regional, tan sólo 33 de los 1.114 municipios superan el total nacional de 3,8 por ciento. Pero aún más sorprendente es que únicamente 256 municipios tienen más del 1 por ciento de su población hablando inglés. De otro lado, en las desigualdades socio-económicas, los estudiantes de colegios privados, en promedio, obtienen 5 puntos más que los estudiantes de los colegios públicos en el módulo de inglés de las pruebas del Icfes.
Como se observa, el origen social es determinante. La televisión, entonces, más que la causa de este mal es una de las muchas herramientas que se necesitan para enfrentarlo. Para esto es necesario que la televisión diversifique sus programas y formatos, evite agudizar estereotipos, concientice a los televidentes sobre ciertos temas y, como mínimo, no deseduque.
El día, seguramente muy lejano, en que el entretenimiento sea educativo y la educación entretenida, es posible que tengamos un país que siga siendo feliz pero que sea mucho más justo. Mientras esto ocurre, los canales de televisión seguirán responsabilizando a los televidentes, y los televidentes a los canales de televisión.
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